Yo, de niño, temía que el espejo
me mostrara otra cara o una ciega mascara impersonal
que me ocultaría algo sin duda atroz.
Temí así mismo que el silencioso tiempo del espejo
se desviara del curso cotidiano de las horas del hombre
y guareciera en su vago confín imaginario
y guareciera en su vago confín imaginario
seres o plantas o colores nuevos
( a nadie se lo dije: el niño es tímido)
yo temo ahora que el espejo encierre el verdadero rostro de mi alma
soberbia, defensiva y aterrada
el que Dios ve y acaso ven los hombres.
Y es que en muchas ocasiones nos olvidamos de lo que somos en realidad, nos colocamos mascaras de felicidad, angustia, enfado o simplemente creamos un ser que simplemente no existe y que está intentando dominar nuestro verdadero ser que implora lo dejemos salir para demostrar cuan capaz es y de cuan inmenso es su valor
ResponderEliminarOlvidemos críticas y prejuicios
“Si te da miedo… Vale la pena”
Salu2 p/un gran amigo
Linda semana Aldito
Montse